miércoles, 15 de septiembre de 2010

Vivir en infinitivo


Despertarse. Sonreír. Mirar. Sentir. Correr. Enfuruñarse. Trabajar. Escribir. Leer. Conversar. Comer. Amar. Compartir. Llorar. Divertirse. Dormir. Soñar. Tropezar. Levantarse.


Y volver a amar. A reír. A enfurruñarse. A llorar. A compartir. A soñar. En fin: la vida.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Escritorcillo de poca monta


-Escritorcillo de poca monta, ven aquí ahora mismo.


-Sí, dígame mi Jefe Supremo, Editor de todos los Editores, a quien siempre alabaré y nunca osaré a contradecir. ¿Qué desea?

-He estado ojeando el último relato que te encargué para la nueva colección de libros que pretendo publicar.

-¡Oh! ¿De veras? ¡No sabe cuán dichoso me siento! He esperado durante semanas que llegase el momento en el que me diese su opinión. Me llevé largas horas realizando las modificaciones que usted me reseñó. Espero que haya sido de su agrado.

-Pues la verdad es que no. Quizás debería habértelo dicho antes, pero soy una persona tan sumamente ocupada que no suelo detenerme en menudencias como orientar a mi personal. Simplemente prefiero dar mi veredicto y exigir. Y su relato no me gusta en absoluto.

-Lo lamento muchísimo mi Jefe Supremo, al que nunca osaré a contradecir. Intenté ajustarme al máximo a su petición. Incluso cambié la trama fundamental de mi narración, que contaba una bellísima historia de amor, por el más cruento de los dramas, tal y como usted deseaba.

-¿Sí? ¿Eso te ordené? No lo recordaba… Ni me importa demasiado. ¡Qué más da! He cambiado de opinión y punto. Escritorcillo de poca monta, ahora deseo que transformes tu relato en una novela de aventuras.

-Lo intentaré Jefe Supremo, Editor de todos los Editores. Realizaré mi trabajo con la máxima premura y dedicación. En pocos días estará acabado.

-¿En pocos días? Exijo que mañana esté terminado, escritorcillo de poca monta. Nunca publicarás un buen libro si no sigues al pie de la letra mis órdenes.

-Cuán necio soy, mi Jefe Supremo. Discúlpeme de nuevo, Editor de todos los Editores.

-Tus disculpas me son indiferentes. Nunca olvides que eres un escritorcillo de poca monta y no te tengo en cuenta. Por cierto, he decidido que sea Don Escritor de Prestigio No Merecido quien revise tu trabajo. Él se llevará todos tus méritos. No posee ni por asomo tu ingenio, ni tus cualidades de redacción, pero me adula constantemente y me agasaja con continuos regalos. Así funcionan los Círculos de Editores, escritorcillo de poca monta. Son gajes del oficio.

- Nunca osaré a contradecirle, Jefe Supremo, Editor de todos los Editores. Es cierto, son gajes del oficio.

Y el escritorcillo de poca monta volvió, cabizbajo y sumiso, a ocupar su sitio en su vieja mesa de caoba. Cerró los ojos por un instante y tomó aliento profundamente. Cuando los abrió, tenía la mirada inquisitiva de su Jefe Supremo, Editor de todos los Editores, clavada en su rostro. No podía perder un segundo. De nuevo, el escritorcillo de poca monta comenzó a escribir con resignación: “Érase una vez…”.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Muere el silencio

Cuando el diálogo se vuelve insostenible. Cuando las palabras se transforman en dardos envenenados que se lanzan sin ton ni son en busca de una víctima inocente. Cuando los reproches arañan el alma hasta llegar a desgarrarla. Tan sólo queda un silencio incómodo. Lágrimas contenidas. Y un portazo ensordecedor. Tras ellos, dolor. Muere el silencio. Y se pierde por las escaleras...