La publicación en prensa escrita de un artículo referido al colegio Buen Pastor en el que se anunciaba la sanción impuesta por la Junta de Andalucía al centro por su “excesivo” nivel académico ha despertado en mi interior un profundo sentimiento de nostalgia. Una melancolía aderezada con variadas dosis de tardes de estudio y actividades extraescolares, primeros amores y decepciones, grandes amigos, confidencias e ilusiones compartidas. Y un aprendizaje mucho más intenso y completo que el meramente académico.
Mi Buen Pastor. Debo confesarlo. Con esta entrada no pretendo exaltar tus beldades cual nostálgica empedernida en pleno éxtasis de reminiscencia. Pero sí recuperar un artículo publicado en la revista Icaria en el año 2000 en el que, a mis casi 18 años, (¡Ay! ¡Aquellos años mozos!) intentaba resumir, a modo de despedida, ‘toda una vida’ de estancia en tus aulas.
Al releerlo a día de hoy, me doy cuenta que ese texto no te hace justicia. Apenas está compuesto por unas escuetas pinceladas demasiado breves para condensar las infinitas experiencias y emociones que esconden tus muros. Unas vivencias que, aún sin querer caer en la ñoñería o sensiblería barata, he de reconocer que aún permanecen perfectamente nítidas en mi memoria y corazón.
Y es que si realmente las paredes oyen, los muros del número 2 de Martínez de Medina son testigos mudos de quince inolvidables años de la historia de mi vida.
TODA UNA VIDA
"Es increíble cómo se escapa el tiempo... Parece que fue ayer cuando el verano llegaba a su fin, había que guardar bañadores y toallas para cambiarlos por cuadernos, libros y otras tantas cosas que tenía ya casi olvidadas. Era el momento de regresar, de volver como cada año (quizás en esta ocasión con más ganas, tal vez con menos, ya ni me acuerdo), a lo que en definitiva formaba parte de “mi mundo”: un colegio llamado Buen Pastor que me abrió sus puertas por primera vez cuando yo era tan sólo una niña de tres años. Sí, de nuevo “la vuelta al cole”, pero esta vez no sería igual que otras tantas ya que la historia no se repetiría. COU es mi último año aquí y me he dado cuenta ahora, cuando el curso ya casi toca su fin.
En este momento, vuelvo la vista atrás y sonrío al pensar en todos esos momentos, buenos muchos y otros no tanto, vividos entre las paredes de este centro durante quince años. Y es que, aunque se diga pronto, quince son muchos años, casi mi vida entera y la he pasado aquí...
Aún recuerdo el día en el que llegué: yo era una pequeñaja uniformada con su babi de rayas, falda de cuadros, chaleco y calcetines a juego, (por aquel entonces verdes) que lloraba desesperadamente porque no quería ir a clase. Eran los tiempos de los primeros garabatos bajo la mirada atenta de Rafaela y de los juegos en el patio de arena (en donde imaginábamos ser príncipes y princesas, mientras otros pretendían convertirse en superhéroes voladores). Pocos son los compañeros que desde aquel entonces aún continúan en el colegio: Vicky, Fernando (“mamá de Pauli dame caramelos”), Antoñito, Blanca M...
Al curso siguiente separaron a la clase, los que seríamos el futuro “B” estábamos bajo la tutela de Carolina, que jugaba con nosotros y nos pintaba los labios a las niñas. Durante este año rompí mi primera relación amorosa y encontré nuevas amistades en el tobogán (Lali, Maribel, Verónica R...).Con 5 años teníamos a Toñi como profesora, a la vez que comenzábamos nuestras primeras clases de inglés con la señorita “Mary Lu” oculta bajo su curiosa máscara.
Con Doli, cuando sólo éramos unos renacuajos de 6 y 7 años, estos futuros arquitectos, médicos, matemáticos, periodistas y abogados, empezaron a aprender a sumar, restar, escribir y leer con el libro de Borja (que más de uno aún conserva como recuerdo). Era el momento en el que las tortugas ninjas hacían furor entre los niños (¿verdad Ricardo?); además, en esta época pudimos comprobar cómo funcionan los semáforos (que por cierto pueden ser bastante crueles).
Con la rectitud de Cándida, 3º y 4º no pasaron con excesiva rapidez, aunque aún conservamos buenos recuerdos como las clases de gimnasia con Enrique, en las que hacíamos de todo menos deporte, donde jugábamos al “vip guay”, a las bodas, hacíamos concursos de belleza...
Ahora que me he parado a reflexionar, me resulta difícil sintetizar en pocas líneas lo que estos años han significado para mí.
El cambio de curso de 4º a 5º con nuevos profesores: Encarnita, Vicente, Mercedes, Elvira, Mariló, Manolo, Cristina, Mª Carmen... y nuevos compañeros: Javi, Roberto, Carmen Mari, Verónica P... 6ºde EGB, fue mi primer año en el autobús del colegio (primero con Esperanza, luego con Filo), donde entre canciones (vete, “Gafa”), festines, contratos y órdenes (Mijo) vivimos muchas anécdotas (y si no que se lo pregunten a Cristina, a Rosa, Carlos J y a otros muchos que se fueron como Rocío Garfia).
Nunca olvidaré a 7ºB, el curso más gamberro y revoltoso de toda la historia del Buen Pastor(del que me tocó, muy a mi pesar ser delegada), ni las clases de lengua con Celia o la “olimpiada de Tales”; ni a ese nuevo 8ºA bajo la tutoría de Isabel Gálvez, ni tampoco a “8ºC”, nacido de la fusión de dos clases que se odiaban a muerte y que me daría la posibilidad de conocer a nuevas personas, entre las que se encontrarían las que más tarde serían mis mejores amigas (también durante estos años descubrí mi vocación artística, junto con otros compañeros en la cocina de este centro, donde se experimentaba con los más diversos “potajes”).
Los cursos de BUP ya parecen más cercanos, un buen día tras unos exámenes en un fatídico viernes, descubrimos que estábamos en 1ºBUP B, “el curso del colegio” (aunque no por ello sufríamos comparaciones de ningún tipo). Primero fue un año “movidito” y lleno de novedades: cambio de uniforme, clases interminables de 50 minutos y un nuevo tutor que a más de uno nos hizo “adorar” las matemáticas. Pero lo más interesante fue, sin duda, los nuevos personajes que aparecían en nuestro entorno, algunos de nuestra misma edad (1ºA) y otros algo más maduritos (2ºA). Profesores, algunos conocidos (Encarnita, Macarena, Francisco, Pilar, Refu, Angustias...) y otros no tanto, aunque no por ello carecerían de fama posterior (Manuel Avilés, Javier Morales).
“Señores, 2ºBUP no es igual que 1º”, esta fue la sabia deducción con la que nos deleitaron el primer día de curso de ese año en el que, para no variar, tuvimos algunas “disputas” sin importancia con nuestro nuevo profesor de matemáticas (que, por cierto no eran lo nuestro).Y entre redox y preguntas de literatura pasó el tiempo y llegó el momento de escoger.
Había que tomar una importante decisión de la que podría depender nuestro futuro, para algunos supuso algo transcendente; a otros nos resultó más sencillo, pero ninguno de los que nos decidimos estudiar “letras” podríamos pensar como esta elección iba a cambiar nuestra vida de una forma insospechada…
Un buen día sin previo aviso, te enteras de que eres la nieta de María Martillo y Marco Polo, formando parte de la gran saga de los letrados. Una hormiga te gana corriendo y es a partir de entonces cuando tu vida comienza a cambiar. Quizás algún día mires atrás y contemples cómo alguien se dedica a destrozar las paredes con las patas de las sillas, otro día tal vez observes a una “pelusa” adicta a los pistolines que se revuelca en el suelo para coger caramelos. Incluso, entre tanto ajetreo, puedes descubrir tu vocación frustrada de directora de cine (Insomnio). Todo esto acompañado por clases de Economía cada jueves y exámenes orales de elementos de Arte.
Y por fin en COU, del que sólo nos queda el último paso: los exámenes finales, para llegar a ese momento tan temido por la gran mayoría: Selectividad. Tras él, un mundo nuevo que nos angustia y nos atrae al mismo tiempo: la Universidad.
Las despedidas nunca son sencillas, y más aún cuando dejas algo de ti atrás, y aunque desearía que esto no fuera un “adiós” sino un “hasta luego”, supongo que muchas cosas en la vida de los alumnos de COU de la promoción del nuevo Milenio (1999-2000), como la de tantos otros, va a cambiar de una u otra manera al abandonar nuestro colegio. Sí, todos decimos que nos seguiremos viendo y que nada cambiará, pero... ¿quién sabe dónde estaremos dentro de un par de años?
No quisiera ponerme excesivamente melancólica, porque éste no es el objetivo de mi carta, pero, aunque suene a tópico, no desearía marcharme sin decir: gracias. Gracias a todos mis compañeros y profesores que me han acompañado y ayudado a lo largo de todos estos años, especialmente a los que han sabido estar ahí en este curso en los momentos difíciles en los que realmente lo necesitaba: a Jesús, por comprenderme, a mi clase, COU Letras, y a mi tutora por preocuparse por mí, especialmente gracias a Crix y a Victoria, por ser mis amigas (aunque Borja sea realmente el único) a Vicky por la ayuda que supo ofrecerme, a Antoñito por aguantarme durante tantos años, a Blanca por su interés, a Flores y a Velasco por hacerme sonreir... en resumen: gracias a todos (sin olvidarme de los que ya dejaron el colegio: Lucía, Raúl Molina, María Galindo, María Hidalgo, Carmen Rocío, Carlos Torres, Jose Ramón, Alejandro... , los que se repitieron algún curso: Nacho, Rocío, Jaime... y a los que nos dejaron definitivamente como Raúl Lisarte)
Hoy, el Futuro llama a mi puerta y debo mirar hacia delante, pero esto no significa que vaya a arrinconar mi pasado. Y aunque quisiera, me sería imposible: en cierta forma soy lo que soy gracias a este colegio, y vaya a donde vaya cuando me marche de aquí, llevaré conmigo vivencias y recuerdos que no son sólo eso, porque forman parte de mi vida".
Pauli Aláez Fernández
COU Letras