viernes, 18 de noviembre de 2011

Sola

De pronto, cerraste la puerta. Y le diste una patada a mi alma. Fue un golpe rápido. No me dio tiempo a asimilarlo. Mis entrañas estallaron en mil pedazos y se desparramaron por el comedor

-“¡Vuelve!”, te rogué impulsivamente con rabia contenida.

 Mientras, una llave giraba lentamente dentro de la cerradura hasta condenarme a un aislamiento total. Estaba encerrada.



-“Por favor, no me dejes aquí”, volví a implorarte mientras me afanaba en recoger aquellos fragmentos de mi alma que se habían dispersado por el salón. Minúsculos grupúsculos de emociones que se perdían por los rincones de un hogar desangelado.

Tan sólo alcancé a escuchar unos pasos que se perdían en la lejanía, alejándose más y más…

Estaba encerrada. Con mi dolor, mi alma desparramada y mi grupúsculo de confusas emociones. Sola de nuevo.

martes, 1 de noviembre de 2011

El retorno

Ya había madurado. Le enseñaron a medir sus palabras. A reprimir sus impulsivas ganas de llorar cuando algo le quemaba las entrañas. A no comunicar a sus allegados sus miedos e inquietudes.




Una vez lo hubo aprendido, decidió regresar. Para expresarse sin medida. Para reír y llorar por doquier. Para gritar a los cuatro vientos sus sentimientos.

Fue entonces cuando volvió a la vida...


viernes, 10 de diciembre de 2010

¡Y un jamón!

Durante el último mes, la presión informativa diaria me ha impedido tener un instante de lucidez mental que me permitiese deleitarme en el ejercicio de la escritura. La mirilla inquieta se me antoja a día de hoy algo abandonada y cubierta de polvo. Prometo realizar una limpieza exhaustiva en los próximos días.


Pero hoy he decidido por autoconcederme la licencia de dedicar este post al libro con el que descubrí el fascinante mundo de la lectura. Viví Escribá y la historia de su entrañable bruja, constantemente malhumorada, me abrieron las puertas de la ‘Colección Blanca’ (apta para niños de seis a siete años) del Barco de Vapor en la que me sumergía cada noche antes de dormir. Personajes inolvidables como la propia ‘Bruja Mon’ y sus maleficios, la tremendamente fértil ‘Matrioska’ y el extravagante ‘Jajilé Azul’ se convirtieron en mi reducido y maravilloso universo literario.

Un capricho del destino ha hecho que hoy me reencuentre con la Sra Mon mientras me encontraba perdida en la Red de redes consultando un sinfín de páginas de actualidad y correos electrónicos. Y la Bruja Mon me ha sorprendido. Se ha modernizado e incluso tiene su propia página de descarga directa.



Pero sus dibujos y sus maleficios son los mismos de antaño. Aquellos que durante mi infancia contemplaba y repetía en voz alta hasta la saciedad hace ya más de dos décadas.

He aquí el primer capítulo de este libro, regalo de mi padre quien me inculcó su inagotable amor por las letras impresas. Por ello y por tantas otras cosas, innumerables y que no tienen cabida en este pequeño e insignificante post: Muchas gracias, Papá.

Sé que cuando me vuelvas a preguntar- una vez más como otras tantas durante estos últimos meses- cómo puedes entrar en mi blog- “¡Es la mirilla inquieta y no indiscreta Papá! ,¡Tan sólo tienes que ponerlo en google!”-, te hará mucha ilusión reencontrarte con este relato que tantas veces releímos juntos entre risas y confidencias. Somos dos nostálgicos empedernidos. ¡Qué le vamos a hacer!

La Rana

La bruja Mon entró en una tienda de videos. Se quedo embobada contemplando en una pantalla un número musical. Hasta que una niña le dio un pisotón sin querer.

”¡Huy perdone!...” murmuro la niña.

La bruja Mon se puso hecha una fiera. ¡Ahora mismo te convierto en una rana!. Saco su vieja varita y le dijo las palabras mágicas: “TUFA, COTUFA, TRUCALATRUFA. CHIRIS CHIRABO, CHIRIBINABO, MALADAPICO. Hoy tengo gana de hacer la rana”.

Al momento, la niña se transformo en una rana y empezó a croar escandalosamente. El policía que estaba vigilando la tienda se acercó a ver lo que pasaba.

”Aquí no está permitida la presencia de ranas”, le dijo la bruja Mon.

“¡Tendrá que pagar una multa!”
“¡Y un jamón!”, dijo la bruja Mon.



El policía se puso tan serio que la bruja Mon se asustó. Sacó sus ahorros de trescientos años, contó las monedas, pagó la multa y salió de la tienda a todo correr.

La rana la perseguía a grandes saltos. La alcanzó enseguida y se montó sobre su zapato derecho. ¡OS, OS!, hacia la bruja para espantarla. Y la rana que no se iba…

Con que, en esto, llegó un guardia y le dijo: “Esta rana no tiene collar”. “Esta prohibido que los animales circulen sin collar. ¡Tendrá que pagar una multa!”.

¡Y un jamón!... dijo la bruja Mon.

El guardia se puso muy serio y la bruja Mon se asustó. Saco sus ahorros de trescientos años, pago la multa y salio corriendo.

De un brinco se subió a un autobús en marcha. Y la rana con ella. El conductor dijo: “Está prohibido llevar ranas en los transportes públicos”. “Tendrá que pagar una multa”.

La bruja mon se hizo la despistada. ¿Qué rana?, preguntaba. Y murmuró escondidas las palabras mágicas, y la rana recupero su forma de niña.

“¿Ve usted como no había ninguna rana?”, le decía la bruja al conductor.

“En este caso tendrá que pagar el billete de la niña”. “¡¡Y un jamón!!”, le dijo la bruja mon. Y se tiro del bus en marcha.

Ya hace mucho tiempo que la bruja Mon no convierte a las niñas en ranas...

sábado, 6 de noviembre de 2010

Licencia de desahogo

-Señor Maitre, ¿Puedo levantarme y abofetear sonoramente al cliente que en este preciso instante está tomando asiento en esa mesa de diez comensales junto a la salida de emergencia?





-Por supuesto, señorita, en nuestro restaurante existe licencia de desahogo siempre que existan razones que justifiquen el mismo

-Muchas gracias

-De nada. Es todo un placer. Recuerde que, antes de que se haga efectiva, debe enumerar en voz alta las razones de esta agresión simbólica y nada violenta de la que puede hacer uso en todos nuestros establecimientos.

-De acuerdo. Desearía alegar inmadurez exacerbada, comportamiento irracional con la consiguiente negación de saludo, chantaje psicológico constante e intromisión en pesadillas ajenas, entre otros motivos.

-Tomo nota, señorita. Se trata de razones más que suficientes. Puede proceder a utilizar su derecho de desahogo.


Me levanté súbitamente. El maitre se ofreció a colocarme los suaves guantes que los restaurantes habilitados para este tipo de terapias ofrecían gratuitamente a sus clientes. Estaban fabricados de un material especial que favorecía la placentera sensación de sosiego inmediato a aquel que golpeaba.

El abofeteado, por su parte, no sufría daño físico alguno. Los guantes de la licencia de desahogo tan sólo provocan en él el despertar de cierta conciencia, raciocinio, sensibilidad o empatía, que le hacían comprender la causa por la que era el protagonista del abofeteo. Una nueva terapia psicológica que hubiese sido calificada de políticamente incorrecta años atrás pero que se encontraba absolutamente en boga. Hasta tal punto que era aceptada con asombrosa normalidad por abofeteadores y abofeteados. Ver para creer.

No me lo pensé dos veces. Me aproximé a la mesa de diez comensales junto a la salida de emergencia y me froté las manos. Le propiné al cliente en cuestión dos manotazos sonoros e indescriptiblemente liberadores. Mi revés fue indoloro y contundente. Tal y como deseaba.

No busqué sus ojos para encontrar reacción alguna. No deseaba conocerla. Para comunicarse conmigo, al cliente de la mesa de diez comensales tan sólo le quedaba la posibilidad de hacer uso de su propia licencia de desahogo. El racional ejercicio de la palabra se agotó entre nosotros hace ya demasiados años. Una lástima.

martes, 12 de octubre de 2010

120

Acabo de reconstruir las pequeñas piezas de mi universo disperso. He regresado y, casi de forma espontánea, han encajado de nuevo en mi pequeño puzzle vital todos aquellos elementos que la autopista Sevilla-Cádiz mantiene alejados de mí por más de 120 kilómetros de alquitrán y hormigón. Piezas esenciales que añoro y ansío con vehemencia pese a la distancia que las separa de otras indiscutiblemente importantes e irrenunciables. Pero no compatibles.


Y yo las quiero. Las quiero todas. Sin condiciones. Ni concesiones.

Y me pregunto dónde está la fórmula. Y busco el equilibrio posible o factible. Quizás exista. Y permanezca oculto en algún punto intermedio de dos provincias limítrofes. De descubrirlo algún día, mi puzzle vital estaría tan pleno y completo que fantaseo con una insospechada gama de absurdas soluciones. Tal vez fijar mi residencia en la localidad de ‘El Cuervo’ no sea la única opción.

viernes, 8 de octubre de 2010

Mujer erizo

Una punzada de hielo le perforaba el cerebro cada vez que escuchaba aquella voz estridente. Cansada de oír sandeces y ante tamaña injusticia, prefirió contorsionarse sobre sí misma hasta convertirse en un erizo de interminables púas negras. Y comenzó a rodar.




Primero de forma incontrolada, avasallando calles, estrellándose contra muros y atropellando a viandantes. Cual tropel de caballos desbocado, desfogaba así su ira irrefrenable. Sus púas se oscurecían y endurecían cada vez más. El dolor ajeno ya le era indiferente mientras continuaba rodando sin control.

Necesitó incontables años para aminorar su paso, dejándose caer suavemente por abruptas montañas, grandes desniveles y escarpados riscos. Aun así la mujer de forma erizada seguía rodando sin cesar.

Aquel descontrolado viaje sin retorno le impedía recuperar su forma humana. Las púas de su contorsionado cuerpo se habían endurecido hasta convertirse en lanzas de hierro y sal. Espadas de dimensiones interminables que perforaban irreversiblemente cuanto encontraban a su paso. Hiriendo sin pudor y dañando sin descanso. Al igual que aquella voz estridente de la que la mujer erizo huyó aquel día. Para hoy continuar rodando.

martes, 5 de octubre de 2010

Flashback (Toda una vida)


La publicación en prensa escrita de un artículo referido al colegio Buen Pastor en el que se anunciaba la sanción impuesta por la Junta de Andalucía al centro por su “excesivo” nivel académico ha despertado en mi interior un profundo sentimiento de nostalgia. Una melancolía aderezada con variadas dosis de tardes de estudio y actividades extraescolares, primeros amores y decepciones, grandes amigos, confidencias e ilusiones compartidas. Y un aprendizaje mucho más intenso y completo que el meramente académico.


Mi Buen Pastor. Debo confesarlo. Con esta entrada no pretendo exaltar tus beldades cual nostálgica empedernida en pleno éxtasis de reminiscencia. Pero sí recuperar un artículo publicado en la revista Icaria en el año 2000 en el que, a mis casi 18 años, (¡Ay! ¡Aquellos años mozos!) intentaba resumir, a modo de despedida, ‘toda una vida’ de estancia en tus aulas.

Al releerlo a día de hoy, me doy cuenta que ese texto no te hace justicia. Apenas está compuesto por unas escuetas pinceladas demasiado breves para condensar las infinitas experiencias y emociones que esconden tus muros. Unas vivencias que, aún sin querer caer en la ñoñería o sensiblería barata, he de reconocer que aún permanecen perfectamente nítidas en mi memoria y corazón.

Y es que si realmente las paredes oyen, los muros del número 2 de Martínez de Medina son testigos mudos de quince inolvidables años de la historia de mi vida.

TODA UNA VIDA


"Es increíble cómo se escapa el tiempo... Parece que fue ayer cuando el verano llegaba a su fin, había que guardar bañadores y toallas para cambiarlos por cuadernos, libros y otras tantas cosas que tenía ya casi olvidadas. Era el momento de regresar, de volver como cada año (quizás en esta ocasión con más ganas, tal vez con menos, ya ni me acuerdo), a lo que en definitiva formaba parte de “mi mundo”: un colegio llamado Buen Pastor que me abrió sus puertas por primera vez cuando yo era tan sólo una niña de tres años. Sí, de nuevo “la vuelta al cole”, pero esta vez no sería igual que otras tantas ya que la historia no se repetiría. COU es mi último año aquí y me he dado cuenta ahora, cuando el curso ya casi toca su fin.
En este momento, vuelvo la vista atrás y sonrío al pensar en todos esos momentos, buenos muchos y otros no tanto, vividos entre las paredes de este centro durante quince años. Y es que, aunque se diga pronto, quince son muchos años, casi mi vida entera y la he pasado aquí...



Aún recuerdo el día en el que llegué: yo era una pequeñaja uniformada con su babi de rayas, falda de cuadros, chaleco y calcetines a juego, (por aquel entonces verdes) que lloraba desesperadamente porque no quería ir a clase. Eran los tiempos de los primeros garabatos bajo la mirada atenta de Rafaela y de los juegos en el patio de arena (en donde imaginábamos ser príncipes y princesas, mientras otros pretendían convertirse en superhéroes voladores). Pocos son los compañeros que desde aquel entonces aún continúan en el colegio: Vicky, Fernando (“mamá de Pauli dame caramelos”), Antoñito, Blanca M...

Al curso siguiente separaron a la clase, los que seríamos el futuro “B” estábamos bajo la tutela de Carolina, que jugaba con nosotros y nos pintaba los labios a las niñas. Durante este año rompí mi primera relación amorosa y encontré nuevas amistades en el tobogán (Lali, Maribel, Verónica R...).Con 5 años teníamos a Toñi como profesora, a la vez que comenzábamos nuestras primeras clases de inglés con la señorita “Mary Lu” oculta bajo su curiosa máscara.




Con Doli, cuando sólo éramos unos renacuajos de 6 y 7 años, estos futuros arquitectos, médicos, matemáticos, periodistas y abogados, empezaron a aprender a sumar, restar, escribir y leer con el libro de Borja (que más de uno aún conserva como recuerdo). Era el momento en el que las tortugas ninjas hacían furor entre los niños (¿verdad Ricardo?); además, en esta época pudimos comprobar cómo funcionan los semáforos (que por cierto pueden ser bastante crueles).

Con la rectitud de Cándida, 3º y 4º no pasaron con excesiva rapidez, aunque aún conservamos buenos recuerdos como las clases de gimnasia con Enrique, en las que hacíamos de todo menos deporte, donde jugábamos al “vip guay”, a las bodas, hacíamos concursos de belleza...





Ahora que me he parado a reflexionar, me resulta difícil sintetizar en pocas líneas lo que estos años han significado para mí.

El cambio de curso de 4º a 5º con nuevos profesores: Encarnita, Vicente, Mercedes, Elvira, Mariló, Manolo, Cristina, Mª Carmen... y nuevos compañeros: Javi, Roberto, Carmen Mari, Verónica P... 6ºde EGB, fue mi primer año en el autobús del colegio (primero con Esperanza, luego con Filo), donde entre canciones (vete, “Gafa”), festines, contratos y órdenes (Mijo) vivimos muchas anécdotas (y si no que se lo pregunten a Cristina, a Rosa, Carlos J y a otros muchos que se fueron como Rocío Garfia).

Nunca olvidaré a 7ºB, el curso más gamberro y revoltoso de toda la historia del Buen Pastor(del que me tocó, muy a mi pesar ser delegada), ni las clases de lengua con Celia o la “olimpiada de Tales”; ni a ese nuevo 8ºA bajo la tutoría de Isabel Gálvez, ni tampoco a “8ºC”, nacido de la fusión de dos clases que se odiaban a muerte y que me daría la posibilidad de conocer a nuevas personas, entre las que se encontrarían las que más tarde serían mis mejores amigas (también durante estos años descubrí mi vocación artística, junto con otros compañeros en la cocina de este centro, donde se experimentaba con los más diversos “potajes”).




Los cursos de BUP ya parecen más cercanos, un buen día tras unos exámenes en un fatídico viernes, descubrimos que estábamos en 1ºBUP B, “el curso del colegio” (aunque no por ello sufríamos comparaciones de ningún tipo). Primero fue un año “movidito” y lleno de novedades: cambio de uniforme, clases interminables de 50 minutos y un nuevo tutor que a más de uno nos hizo “adorar” las matemáticas. Pero lo más interesante fue, sin duda, los nuevos personajes que aparecían en nuestro entorno, algunos de nuestra misma edad (1ºA) y otros algo más maduritos (2ºA). Profesores, algunos conocidos (Encarnita, Macarena, Francisco, Pilar, Refu, Angustias...) y otros no tanto, aunque no por ello carecerían de fama posterior (Manuel Avilés, Javier Morales).



“Señores, 2ºBUP no es igual que 1º”, esta fue la sabia deducción con la que nos deleitaron el primer día de curso de ese año en el que, para no variar, tuvimos algunas “disputas” sin importancia con nuestro nuevo profesor de matemáticas (que, por cierto no eran lo nuestro).Y entre redox y preguntas de literatura pasó el tiempo y llegó el momento de escoger.

Había que tomar una importante decisión de la que podría depender nuestro futuro, para algunos supuso algo transcendente; a otros nos resultó más sencillo, pero ninguno de los que nos decidimos estudiar “letras” podríamos pensar como esta elección iba a cambiar nuestra vida de una forma insospechada…





Un buen día sin previo aviso, te enteras de que eres la nieta de María Martillo y Marco Polo, formando parte de la gran saga de los letrados. Una hormiga te gana corriendo y es a partir de entonces cuando tu vida comienza a cambiar. Quizás algún día mires atrás y contemples cómo alguien se dedica a destrozar las paredes con las patas de las sillas, otro día tal vez observes a una “pelusa” adicta a los pistolines que se revuelca en el suelo para coger caramelos. Incluso, entre tanto ajetreo, puedes descubrir tu vocación frustrada de directora de cine (Insomnio). Todo esto acompañado por clases de Economía cada jueves y exámenes orales de elementos de Arte.

Y por fin en COU, del que sólo nos queda el último paso: los exámenes finales, para llegar a ese momento tan temido por la gran mayoría: Selectividad. Tras él, un mundo nuevo que nos angustia y nos atrae al mismo tiempo: la Universidad.



Las despedidas nunca son sencillas, y más aún cuando dejas algo de ti atrás, y aunque desearía que esto no fuera un “adiós” sino un “hasta luego”, supongo que muchas cosas en la vida de los alumnos de COU de la promoción del nuevo Milenio (1999-2000), como la de tantos otros, va a cambiar de una u otra manera al abandonar nuestro colegio. Sí, todos decimos que nos seguiremos viendo y que nada cambiará, pero... ¿quién sabe dónde estaremos dentro de un par de años?

No quisiera ponerme excesivamente melancólica, porque éste no es el objetivo de mi carta, pero, aunque suene a tópico, no desearía marcharme sin decir: gracias. Gracias a todos mis compañeros y profesores que me han acompañado y ayudado a lo largo de todos estos años, especialmente a los que han sabido estar ahí en este curso en los momentos difíciles en los que realmente lo necesitaba: a Jesús, por comprenderme, a mi clase, COU Letras, y a mi tutora por preocuparse por mí, especialmente gracias a Crix y a Victoria, por ser mis amigas (aunque Borja sea realmente el único) a Vicky por la ayuda que supo ofrecerme, a Antoñito por aguantarme durante tantos años, a Blanca por su interés, a Flores y a Velasco por hacerme sonreir... en resumen: gracias a todos (sin olvidarme de los que ya dejaron el colegio: Lucía, Raúl Molina, María Galindo, María Hidalgo, Carmen Rocío, Carlos Torres, Jose Ramón, Alejandro... , los que se repitieron algún curso: Nacho, Rocío, Jaime... y a los que nos dejaron definitivamente como Raúl Lisarte)

Hoy, el Futuro llama a mi puerta y debo mirar hacia delante, pero esto no significa que vaya a arrinconar mi pasado. Y aunque quisiera, me sería imposible: en cierta forma soy lo que soy gracias a este colegio, y vaya a donde vaya cuando me marche de aquí, llevaré conmigo vivencias y recuerdos que no son sólo eso, porque forman parte de mi vida".

Pauli Aláez Fernández

COU Letras