Durante el último mes, la presión informativa diaria me ha impedido tener un instante de lucidez mental que me permitiese deleitarme en el ejercicio de la escritura. La mirilla inquieta se me antoja a día de hoy algo abandonada y cubierta de polvo. Prometo realizar una limpieza exhaustiva en los próximos días.
Pero hoy he decidido por autoconcederme la licencia de dedicar este post al libro con el que descubrí el fascinante mundo de la lectura. Viví Escribá y la historia de su entrañable bruja, constantemente malhumorada, me abrieron las puertas de la ‘Colección Blanca’ (apta para niños de seis a siete años) del Barco de Vapor en la que me sumergía cada noche antes de dormir. Personajes inolvidables como la propia ‘Bruja Mon’ y sus maleficios, la tremendamente fértil ‘Matrioska’ y el extravagante ‘Jajilé Azul’ se convirtieron en mi reducido y maravilloso universo literario.
Un capricho del destino ha hecho que hoy me reencuentre con la Sra Mon mientras me encontraba perdida en la Red de redes consultando un sinfín de páginas de actualidad y correos electrónicos. Y la Bruja Mon me ha sorprendido. Se ha modernizado e incluso tiene su propia página de descarga directa.
Pero sus dibujos y sus maleficios son los mismos de antaño. Aquellos que durante mi infancia contemplaba y repetía en voz alta hasta la saciedad hace ya más de dos décadas.
He aquí el primer capítulo de este libro, regalo de mi padre quien me inculcó su inagotable amor por las letras impresas. Por ello y por tantas otras cosas, innumerables y que no tienen cabida en este pequeño e insignificante post: Muchas gracias, Papá.
Sé que cuando me vuelvas a preguntar- una vez más como otras tantas durante estos últimos meses- cómo puedes entrar en mi blog- “¡Es la mirilla inquieta y no indiscreta Papá! ,¡Tan sólo tienes que ponerlo en google!”-, te hará mucha ilusión reencontrarte con este relato que tantas veces releímos juntos entre risas y confidencias. Somos dos nostálgicos empedernidos. ¡Qué le vamos a hacer!
La Rana
La bruja Mon entró en una tienda de videos. Se quedo embobada contemplando en una pantalla un número musical. Hasta que una niña le dio un pisotón sin querer.
”¡Huy perdone!...” murmuro la niña.
La bruja Mon se puso hecha una fiera. ¡Ahora mismo te convierto en una rana!. Saco su vieja varita y le dijo las palabras mágicas: “TUFA, COTUFA, TRUCALATRUFA. CHIRIS CHIRABO, CHIRIBINABO, MALADAPICO. Hoy tengo gana de hacer la rana”.
Al momento, la niña se transformo en una rana y empezó a croar escandalosamente. El policía que estaba vigilando la tienda se acercó a ver lo que pasaba.
”Aquí no está permitida la presencia de ranas”, le dijo la bruja Mon.
“¡Tendrá que pagar una multa!”
“¡Y un jamón!”, dijo la bruja Mon.
El policía se puso tan serio que la bruja Mon se asustó. Sacó sus ahorros de trescientos años, contó las monedas, pagó la multa y salió de la tienda a todo correr.
La rana la perseguía a grandes saltos. La alcanzó enseguida y se montó sobre su zapato derecho. ¡OS, OS!, hacia la bruja para espantarla. Y la rana que no se iba…
Con que, en esto, llegó un guardia y le dijo: “Esta rana no tiene collar”. “Esta prohibido que los animales circulen sin collar. ¡Tendrá que pagar una multa!”.
¡Y un jamón!... dijo la bruja Mon.
El guardia se puso muy serio y la bruja Mon se asustó. Saco sus ahorros de trescientos años, pago la multa y salio corriendo.
De un brinco se subió a un autobús en marcha. Y la rana con ella. El conductor dijo: “Está prohibido llevar ranas en los transportes públicos”. “Tendrá que pagar una multa”.
La bruja mon se hizo la despistada. ¿Qué rana?, preguntaba. Y murmuró escondidas las palabras mágicas, y la rana recupero su forma de niña.
“¿Ve usted como no había ninguna rana?”, le decía la bruja al conductor.
“En este caso tendrá que pagar el billete de la niña”. “¡¡Y un jamón!!”, le dijo la bruja mon. Y se tiro del bus en marcha.
Ya hace mucho tiempo que la bruja Mon no convierte a las niñas en ranas...