Acabo de reconstruir las pequeñas piezas de mi universo disperso. He regresado y, casi de forma espontánea, han encajado de nuevo en mi pequeño puzzle vital todos aquellos elementos que la autopista Sevilla-Cádiz mantiene alejados de mí por más de 120 kilómetros de alquitrán y hormigón. Piezas esenciales que añoro y ansío con vehemencia pese a la distancia que las separa de otras indiscutiblemente importantes e irrenunciables. Pero no compatibles.
Y yo las quiero. Las quiero todas. Sin condiciones. Ni concesiones.
Y me pregunto dónde está la fórmula. Y busco el equilibrio posible o factible. Quizás exista. Y permanezca oculto en algún punto intermedio de dos provincias limítrofes. De descubrirlo algún día, mi puzzle vital estaría tan pleno y completo que fantaseo con una insospechada gama de absurdas soluciones. Tal vez fijar mi residencia en la localidad de ‘El Cuervo’ no sea la única opción.
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