Cuando el diálogo se vuelve insostenible. Cuando las palabras se transforman en dardos envenenados que se lanzan sin ton ni son en busca de una víctima inocente. Cuando los reproches arañan el alma hasta llegar a desgarrarla. Tan sólo queda un silencio incómodo. Lágrimas contenidas. Y un portazo ensordecedor. Tras ellos, dolor. Muere el silencio. Y se pierde por las escaleras...
no se puede expresar en menos palabras el vacío de la incomunicación
ResponderEliminarVeo que ya has aprendido a comentar en blogspot. Gracias papá:)
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