"La vida es todo aquello que transcurre mientras haces otros planes" (John Lennon)

viernes, 6 de agosto de 2010
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Hoy he vuelto a cruzar el puente. Hacía años que no lo subía. Tantos que ni siquiera recuerdo la última vez que mis pies de deslizaron rápidamente sobre ese antiestético e inconcluso bloque de hormigón en busca del camino de baldosas amarillas- perdón blancas, me he dejado llevar por una evocación literaria a lo Mago de Oz -que me conducen de camino a casa.
Mi querido puente. Siempre te he cruzado rauda y veloz por miedo a que un traspiés del destino me hiciera precipitarme sin remedio desde lo más alto de tu pasarela hacia la carretera Sevilla- Málaga. Y de repente, plaf. El cadáver de una joven colegiala de uniforme aplastado entre una marea de coches que seguirían circulando sin pudor por la autovía de cuatro carriles. Una gran pérdida. No me apetecía morir tan joven. Y menos aún por un absurdo ataque de vértigo- aunque realmente no sabía si una persona podía desvanecerse y caer al vacío a causa de su miedo a las alturas, pero no quería comprobarlo- Así que siempre te cruzaba rápido. Muy rápido.
Además, gracias a tu maravillosa ubicación junto a un inhóspito descampado también se abría ante mí la terrible opción de ser raptada o empujada a entrar a la fuerza en un automóvil extraño que me llevaría a un destino de seguro nada agradable. Mi abuela se encargaba de recordármelo casi a diario:
- Me han dicho que te han vuelto a ver cruzar el puente sola
- Abuela, no pasa nada. Son las tres y media de la tarde. Y siempre suele cruzar más gente conmigo.
- Pero hoy no han cruzado
- No…
- ¿Y si te hubiera cogido un hombre?
- ¡Ay abuela! ¡No digas esas cosas! ¡Cómo se va a parar un hombre en medio de la autovía para raptarme a plena luz de día! (¡Qué cosas dices abuela! ¡Marearme y caerme, en lugar de al suelo de la pasarela, directamente al vacío desde el puente a causa de mi vértigo irreversible es mucho más probable que sufrir un rapto!)
Aún así yo guardaba un as bajo la manga. Junto al puente que me llevaba a casa había un acuartelamiento militar. Y sus soldados eran mis aliados. O al menos eso me gustaba creer. Esos mismos jovencitos con ropa de camuflaje que contemplaban discretamente el caminar de mi falda gris de tablas una vez bajado el dichoso puente, mientras hacían guardia, fusil en mano, tras la verja del cuartel. Ellos podrían salvarme de un hipotético violador en potencia. Tan sólo tenían que saltar una puntiaguda alambrada de algunos metros de altura. O, en su defecto, bordear todo el recinto militar para salir por la puerta principal y acudir a mi rescate. Todo ello en los breves instantes de segundo que dura un rapto o, al menos un forcejeo. Una hazaña y una misión casi imposible. Pero eran soldados. Y debían estar adiestrados para ello. Al menos eso era lo que me imaginaba.
Hoy he vuelto a cruzar el puente. Hacía años que no lo subía. Mi vértigo ha vuelto a hacer acto de presencia- ¡el muy traidor!-aunque esta vez me he agarrado fuertemente a mi troley para continuar el camino. Una vez en la cima de mi particular Everest, he arrojado un vistazo fugaz al constante flujo de coches que circulaban a toda velocidad por la autovía de cuatro carriles. Y les he saludado alegremente. Aunque tan sólo con una mano. La otra estaba bien agarrada a mi troley. Por si las moscas.
He bajado la última de las rampas de mi añorado a la par que odiado puente y he comprobado con estupor que el acuartelamiento ha sido cerrado. Ni un solo soldadito se fijaría hoy en mi acompasado caminar. Ahora uso tacones altos y mi falda ya no es gris ni de tablas. Es mucho más elegante y sugerente. Pero mi Brigada Especial de Salvamento frente a violadores y raptores ya no está operativa cómo para comprobarlo. He perdido el as que guardaba bajo mi manga.
Sigo arrastrando mi troley por el empedrado camino. Las margaritas y los matojos, algo descuidados y caóticos, me saludan. Creo que se alegran de verme. A lo lejos diviso los rojizos techos de ladrillos vistos de una antigua urbanización residencial. He encontrado el camino de baldosas amarillas, digo blancas, que me conduce de regreso a casa.
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Me gusta mucho este blog....
ResponderEliminarMuchas gracias, Angelita;)
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